Ambas seguimos caminos distintos, y con el tiempo dejamos de
enviarnos cartas, yo no me olvide de ella, pero debía separarme si quería crecer
sola.
Unos años más tarde, en los suburbios de un viejo pueblo me encontré una muchacha, a simple vista una andrajosa vagabunda,
pero era rica en alegría, pues
regalaba sonrisas e iluminaba el alma por donde iba. Me recordó a mi hermana.
Ese mismo día, al
anochecer, cuando estaba a punto de marchar y con las alforjas llenas de oro me
llego una carta, no tenía mensajero
y flotaba envuelta en hielo ante mis ojos.
Con letra temblorosa y manchada de sangre decía:
Hermana, he vuelto a casa, pero no es así como recuerdo haberla dejado. Esta fría como el hielo y se percibe la muerte en el aire. Me
cuesta caminar entre tanto desorden, nuestra casa está destrozada, los sillones llenos de sangre, los libros
quemados y hojas arrancadas, nuestras habitaciones no se reconocen y apenas
queda un cuadro de nuestro recuerdo. Pero te escribo porque he encontrado a
madre muerta, enfrente de una puerta que jamás había vista, no respira…está llena de sangre… mi magia
no es tan poderosa como para devolverle la vida a quien ya perdió el alma. Por favor, date prisa y regresa, a mi ya no me quedan fuerzas
para seguir luchando sola.
Desaparecí y cabalgue el viento tan rápido como mis patas me lo permitieron "Sabia que volverías"
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