Indagar

lunes, 27 de febrero de 2017

El final de un nuevo comienzo

Un árido paisaje era atormentado por abandonados  pasos, insaciables huellas invisibles rompían el marchito y seco suelo de aquella perdida y quebrada ciudad que yacía escondida entre rehoyos, presa de la soledad más absoluta.
La esclavitud se oía por las estrechas calles, se percibía el tintineo más inolvidable de las cadenas, dueñas del sufrimiento más extremo. Desiertas plazas esperaban la llegada de la noche, y del nuevo día y de la nueva noche y del día siguiente, y así, siglo tras siglo. Itara seguía siendo prisionera del olvido, condenada a sucumbir en la destrucción.

“Con doloroso pesar le escribo esta carta, diosa del todo y de la nada, con lagrimosos ojos le cuento mi historia y con el corazón en las manos le hago dueña de mi sutil y fallida existencia. Vi mi vida pasar tras fríos y oxidados barrotes y tras ellos aún le escribo, voy camino de la ciudad perdida y me temo que no existe camino de regreso.
Antes de entregarle mi vida quisiera explicarle mis inicios para que cuando llegue mi fin sea consciente de dónde vengo, aunque aún no sepa donde me lleva su voluntad.
Con el paso de los años esta vieja tartana se ha convertido en mi casa, nací por error y por ello fui condenada a vagar sin rumbo. Con la mirada en su infinito hogar vi pasar miles de personas, de las cuales cientos de ellas  murieron por el camino sin conocer su destino. Vi cuerpos sin almas y almas errantes sin cuerpos, he visto llover y he tocado la nieve, frutos de su creación. He conocido el castigo sin ser justo y en ocasiones me acostumbré a la soledad de lo fuerte que me abrazaba. Nací buena, pero mala me hizo la sociedad, por ello, tengo el alma tan manchada de dolor que siento que no podría acogerla a su lado. Pero en lejanos instantes he visto y he notado su cálida luz, sentí como me abrazaba, como me perdonaba, madre de todo lo vivo y por nacer no juzgues mis hirientes palabras dueñas de manos cansadas y rotas.
Siento que caminas a mi lado, pero al caer la noche es la muerta es la que ocupa ese vacío, la que acaricia mi rojizo cabello, la que me canta al oído, que no habrá un mañana.
Todo indeseable como yo siente alguna ve el veneno de la mentira “una vida por otra”, un veneno que ya corre por mi sangre, le puse precio a mi alma cuando arrebate una vida para salvar la mía, sin saber que esta ya no tenía salvación. Ambas manos cayeron en la tentación de matar pero me diste la opción de perdonar, olvidar y seguir adelante, tan manchado esta mi cuerpo como lo están mis imperdonables acciones, una vez le puse precio a todo esto sin saber lo valioso que era, he desperdiciado mis oportunidades, perdóneme, pero soy débil y no creo poder aguantar hasta el final.
No me olvide, acoja mi podre alma a su lado y muéstreme su majestuosa sonrisa, me gustaría que me acurrucasen sus blancas alas del perdón, le pido con todo mi respeto que limpie mi sucia alma y me deje errar por este mundo, siento que todavía no lo he visto todo, siento que aún hay esperanza, aunque para mi sea tarde. Una vez que deje este oscuro rincón de la tierra permítame agradecerle por abrirme la puerta de su cielo.
Su creación más olvidada. Le escribe un pobre cuerpo sin nombre, póngame el que guste. Espero arrodillarme pronto en sus aposentos.”

Y con esas últimas palabras dejó el trozo de tela en la raída madera que se había convertido tantas noches en la más cómoda cama y en otras el más punzante y doloroso suelo, comenzó a gritar y a maldecir el mundo, y tal alboroto formo que la carreta se detuvo. Estaba asustada pero prosiguió con su aguda voz, quería irse, volar libre, pensó que ya había llego su hora, sin saber lo que realmente le emparaba la vida.

 Fue sacada del carruaje brutalmente y le mandaron callar, orden que no escucho, pues tan solo miraba al más allá, no tenía miedo, no estaba nerviosa, solamente gritaba, ya sin saber que decir, mientras le echaba un último vistazo a aquellas tierras que creyó no volver a ver. Solo basto un golpe para hacerla callar, como un cuerpo muerto callo dando su último suspiro y cerrando los ojos se despidió de lo visible en aquel momento. Fue dejada de lado en el camino como trapo sucio, pensado que yacía fría y muerta, pero no se dieron cuantas que nada más estaba inconsciente, la vida le había dado una oportunidad para romper las cadenas invisibles que le impedían ser libre. 

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