Un árido paisaje era atormentado por abandonados pasos, insaciables
huellas invisibles rompían el marchito y seco suelo de aquella perdida y
quebrada ciudad que yacía escondida
entre rehoyos, presa de la soledad más absoluta.
La esclavitud se oía por las estrechas calles, se percibía
el tintineo más inolvidable de las cadenas, dueñas del sufrimiento más extremo.
Desiertas plazas esperaban la llegada de la noche, y del nuevo día y de la
nueva noche y del día siguiente, y así, siglo tras siglo. Itara seguía siendo prisionera
del olvido, condenada a sucumbir en la destrucción.
“Con doloroso
pesar le escribo esta carta, diosa del todo y de la nada, con lagrimosos ojos
le cuento mi historia y con el corazón en las manos le hago dueña de mi sutil y
fallida existencia. Vi mi vida pasar tras fríos y oxidados barrotes y tras
ellos aún le escribo, voy camino de la ciudad perdida y me temo que no existe
camino de regreso.
Antes de
entregarle mi vida quisiera explicarle mis inicios para que cuando llegue mi
fin sea consciente de dónde vengo, aunque aún no sepa donde me lleva su
voluntad.
Con el paso de
los años esta vieja tartana se ha convertido en mi casa, nací por error y por
ello fui condenada a vagar sin rumbo. Con la mirada en su infinito hogar vi
pasar miles de personas, de las cuales cientos de ellas murieron por el camino sin conocer su
destino. Vi cuerpos sin almas y almas errantes sin cuerpos, he visto llover y
he tocado la nieve, frutos de su creación. He conocido el castigo sin ser justo
y en ocasiones me acostumbré a la soledad de lo fuerte que me abrazaba. Nací
buena, pero mala me hizo la sociedad, por ello, tengo el alma tan manchada de
dolor que siento que no podría acogerla a su lado. Pero en lejanos instantes he
visto y he notado su cálida luz, sentí como me abrazaba, como me perdonaba,
madre de todo lo vivo y por nacer no juzgues mis hirientes palabras dueñas de
manos cansadas y rotas.
Siento que
caminas a mi lado, pero al caer la noche es la muerta es la que ocupa ese vacío,
la que acaricia mi rojizo cabello, la que me canta al oído, que no habrá un
mañana.
Todo indeseable
como yo siente alguna ve el veneno de la mentira “una vida por otra”, un veneno
que ya corre por mi sangre, le puse precio a mi alma cuando arrebate una vida
para salvar la mía, sin saber que esta ya no tenía salvación. Ambas manos cayeron
en la tentación de matar pero me diste la opción de perdonar, olvidar y seguir
adelante, tan manchado esta mi cuerpo como lo están mis imperdonables acciones,
una vez le puse precio a todo esto sin saber lo valioso que era, he
desperdiciado mis oportunidades, perdóneme, pero soy débil y no creo poder
aguantar hasta el final.
No me olvide,
acoja mi podre alma a su lado y muéstreme su majestuosa sonrisa, me gustaría
que me acurrucasen sus blancas alas del perdón, le pido con todo mi respeto que
limpie mi sucia alma y me deje errar por este mundo, siento que todavía no lo
he visto todo, siento que aún hay esperanza, aunque para mi sea tarde. Una vez
que deje este oscuro rincón de la tierra permítame agradecerle por abrirme la
puerta de su cielo.
Su creación más olvidada.
Le escribe un pobre cuerpo sin nombre, póngame el que guste. Espero
arrodillarme pronto en sus aposentos.”
Y con esas últimas palabras dejó el trozo de tela en la
raída madera que se había convertido tantas noches en la más cómoda cama y en
otras el más punzante y doloroso suelo, comenzó a gritar y a maldecir el mundo,
y tal alboroto formo que la carreta se detuvo. Estaba asustada pero prosiguió
con su aguda voz, quería irse, volar libre, pensó que ya había llego su hora,
sin saber lo que realmente le emparaba la vida.
Fue sacada del
carruaje brutalmente y le mandaron callar, orden que no escucho, pues tan solo
miraba al más allá, no tenía miedo, no estaba nerviosa, solamente gritaba, ya
sin saber que decir, mientras le echaba un último vistazo a aquellas tierras
que creyó no volver a ver. Solo basto un golpe para hacerla callar, como un
cuerpo muerto callo dando su último suspiro y cerrando los ojos se despidió de
lo visible en aquel momento. Fue dejada de lado en el camino como trapo sucio,
pensado que yacía fría y muerta, pero no se dieron cuantas que nada más estaba
inconsciente, la vida le había dado una oportunidad para romper las cadenas
invisibles que le impedían ser libre.
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